Semblante

Si tu pulso se quiebra
¿quién dibujará sin apuro
esta extrañecida mueca
de la cara que te besa?
¿Quién, sino tu anular rose
me armará pieza por pieza
desde la corteza otoñecida
hasta las herrumbradas secuencias
con las que el tumoroso miedo
me congela
en un amputado semblante?

Me quedaré, entonces,
frente a la puerta más alta,
maciza y gastada
que muestra al quebradizo tacto
su memoria de lluvias
y truncos portazos
-como las arrugas que tejen
estos versos-
ensombrecida por el timbó
que escucha como lloran
las piernas
que no alcanzan los pestillos,
ni las manos
que abren las puertas
que miran directo a los ojos.

No calles los síes
para las ampollas;
no te ofrezcas expugnable
solo a las trampas de ciruelos,
también para las ampollas
y para las begonias que crecen lento
entre los dedos de mis hongos.
Si algún amor deseo, que entre
ciego de benevolencias,
que por mis tunas se turbe; que entre
directo al jardín
y bese el romero hediondo

de mis tantos rostros.

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