No soy solo el aroma
invisible del jazmín,
soy humo de tabaco,
soy caldo tibio, soy beso
amargo.
A tu mirada de
ojos-tentáculo
soy campo limpio de
flores,
soy tacto débil,
filántropo,
hija de un hombre
esclavo.
Pero cuelgo en lianas
como un racimo de árboles,
centro de un mandala de
seres humanas.
Planeo desde un péndulo
de seda
y sostengo en la espalda
el vómito de un mundo.
Soy la máscara de las
fecundaciones,
hecha a medida como un
fauno pelirrojo
que estampa contra un
océano de diamantes.
Soy lujo; bebo, vomito,
escupo.
Soy la sombra en
penitencia de un juglar,
sabor de la miel que
enmudece.
No es mi piel pura
lascivia,
gargajo penitente y
áspero:
doliente, se besa con su
llanto dulce;
amante, es tórtola que,
en vuelo, cura.
No soy
mujer-paisaje-llanura
que achata tu humedecida
sombra;
soy flor del maracuyá,
trepadora;
lechuza guerrera que en
la penumbra llora.
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