Si, en silencio, me condenan
de las estelas soleadas
de un atardecer,
retorceré el pudor de mis ojos
penantes
hasta verlo hermoso.
Grisáceo puente
a las reales penumbras;
hecatómbico ritual;
estrago
a mi faceta más vívida:
la del errante.
Solo
con los pies en el barro
surcamos los campos 

de la belleza.

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