Vialacecto

Desde un pintayaso
que soboca el fil del plumento,
recuesto mi bostangia
en lo más gris de tu cielo.
Ni el filabogo
que más ha anclado en el falirio
sabe que, después del llanto,
viene, embilo, el delirio.
¡Enta orezco que resbala
de tu desdén enmacaralio!
¿Qué masacre más osada
que el lunsacundo arremediado?
-Deja, entonces tu etpilera
y yo dejo mi ancalario-
dije a tu espejo postrado.
-Vialacecto en vano.- respondiste-
Para entonces ya me habrás olvidado.

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