Ingenuidad

¿Te acuerdas de los trapos
sucios que secábamos al sol
luego de limpiar
el fondo del placar?
El polvo de tus manos
no se quita.
Más tarde, ir al desván,
dónde sueños de nostalgia
se fundían en tu afán.
El polvo de tus manos
en mi rostro
no se quita. 
El canto del cuervo como trovador
a la mañana. Encaminar otra vez
la ajena simpatía del timbre
de la campana
al atravesar tu portón.
El polvo de tus manos
en mis tajos
no se quita.

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