Musa

Ir paseando esperando una brisa; cotidiano y reinventado pero con la cualidad de ser invaluable. Como que el sol es ilusión me alejo de pensar que se puede trocar. Ir paseando bajo atardeceres que oscurezcan el mar mientras pisan las piedras; igual que yo ahora: pisando las piedras y atravesando la plaza. No hay nada que me pueda desterrar.
Me siento; espero. "¿Llegará en algún momento?" me preguntó y cuestiono la contingencia de que me deje plantada. "Ojalá que sí". De mientras, para no desesperar, me escurro entre los inmensos árboles en busca de algún paisaje que me inquiete; hace tiempo ya que no me enamoraba. Entonces, más aún inquieta, lo vi. Pedía alevosamente que le miraran y, con mismo fervor, que lo explayaran. No esperé -¡No hay más que este segundo! Pincel y lo que pueda escuchar. Transportarme a donde vivía y escapaba cada segundo. Traer con mi alma lo que tocaba esta vez -¡Que hermosura! Oler lo que quisieran hablar. Deslumbrante.
Ya se fue. Él aún no llegó pero ¡miren que travesía! Está en mis manos; no es más que lo que vi. "Creo que no le fallé". ¡El se lo perdió! No se sació de aquel magnífico festín. No me podía quejar. Era mio -Es mio- y así lo era. Y con él bajo el brazo comencé a guardar todo y a caminar vuelta a casa. La lluvia ya se empezaba a sentir. 

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