La melodía del viajero

Me la encontré de camino. Me dijo que venía de por allá y se iba a no sé dónde. Merodeé por entre sus palabras, tan desoladas para ella, tan exactas para mí. Me encontré con nuevos rumbos; para allí justamente se dirigía. Hablaba de selvas inmensas, llenas de nieblas tentadoras, sobrepobladas de cielos risueños, alborotadas por sabios duendes. Mi mente se retorcía por lograr alcanzarla pero era tan lejana, tan valiente... Yo le hablé, casi en un suspiro, de lo nublado que estaba el cielo del sur y lo empalagoso que se sentía el barro de sus calles perdidas. Ella me sonrió con una mueca y con ello despejó el miedo, diciendo: -Camina que aún quedan incontable dunas; ama sus trechos. Me sonrojé y descubrí que, no importase a dónde fuese, estaría bien si caminase a su lado. Más bien detrás de ella, pero guiada por su inspiradora experiencia. Creo que contestó todas mis preguntas sin necesidad de hablar, solo con mirarme, reír y cantar. Dudo que supiese cómo conquistarme, pero lo hizo, tan natural como el cosquilleo de las hormigas entre mis pies. E, inesperadamente, comenzamos a echar marcha, no sé si juntar o coincidentes por ese trecho. Sé que continuamos la charla de sus anécdotas, de mis inquietudes, de sus misterios, de mis sueños... hasta ver bajar el sol. Mi valor suspiró una aventura al ver su mano invitándome a crear. Y aquí sigo, sonriendo a sus sorpresas, aunque ya una que otra piedra no me deje sentir tan rozante su perfume. No estoy segura de por cuanto tiempo seguirá acompañando mi repentino destino. Pero al momento de verla torcer su sendero hacia otra dirección, yo estaré arriba, con mki mirada indagando horizontes, y ella habrá sido la razón por la cual logré amar el trecho de esta duna.

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