Cuando los dolores del sesgo
libertario se adormecen es cuando la injusticia toma la mano del poder. Y,
aquel llanto aturdido, se evapora. Sin tesón que proclame por la sed de los
pozos que han quedado secos, el pasado permanecerá allí, arrinconado, en el
sueño de haber sido distinto, y reinará, en vilo, el olvido. Sin memoria, la
justicia existirá solo en el postergado deseo de las resignaciones.
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